y creíamos en un futuro que hoy no es
porque seguramente no debía ser.
Sentíamos que el mundo era nuestro,
lo teníamos todo,
el placer era único, tan único y grande como ha sido.
Esa noche era fría
y en la necesidad de abrigo fuimos uno
entre las gotas de sudor entremezcladas
entre las gotas de sudor entremezcladas
con la humedad del cielo, una lluvia palpable,
que agotó nuestra materia,
nos pesó los hombros
nos pesó los hombros
y nos dejó caer rendidos de pasmo.
Y despertamos
y no llovía más
y el sol nos secaba
y no llovía más
y el sol nos secaba
y era sabido que lo perfecto no permanecería.
Porque son instantes los que hacen que
esto que fuimos y somos tenga sentido,
esto que fuimos y somos tenga sentido,
todavía tenga sentido.
Hay veces que me pregunto
por qué tuvimos que despertar.