domingo, septiembre 22, 2013

Ceguera y videncia

Ojos encendidos
y desorbitantes
que no sé si me alumbran
o me quieren dilucidar
y una boca que
concentrada en los besos
se asume en mis labios
me cierra los párpados
y provoca un fuego
desde el fondo
que es un grito sofocante
que reconoce y anuncia
la calidez de ser uno.

¡¿Pero para qué?!

Si la pasión llama
que no dicte la sin razón
de la ardiente locura.
Porque no quiero volver a abrir los ojos
para convertirlos en un llanto
que apagará el fuego
y pronto se congelará.
El hielo se puede ver
pero luego hay que simularse ciego
manteniendo los ojos cerrados
aunque se sientan las manos que hierven
y pueden tocar el hielo
para deshacerlo.
No existe hielo convertido en fuego...
¡Absurda ceguera
de la exasperación!

Solo el fuego puede ser luz
que esclarezca mis ojos
y mis manos
y me permitan palpar lo que veo.
Pero me quedaré en las frías sombras
si prefiero que no me miren tus ojos
que no me bese tu boca.

¡Déjame en mi costumbre
de permanecer vigilante en la oscuridad!
O ilumíname
sí, ilumíname
solo si sabes que con tu resplandor
puedes hacerme vidente y eterna.